Me enferma pensar en la patina de las sopas a base de carne que ya están frías, me enferma el croissant de pollo con mayonesa y castañas, me enferma el ponche de huevo, me revienta el hígado de una patada las caparinas, me hincha la lengua la piña, y el jugo de papaya es una pendejada. No como rabadilla ni de vainas, menos rachi con canchita, no como caigua rellena, no me gusta el sancochado norteño ni el agua de manzana, habla'os con la sémola y esta Navidad el panetón se lo doy al perro.
La verdad hay una lista larguísima de cosas que no como, pero es bien complicada porque le echo hormiguitas culonas fritas a mi arroz chaufa como las huev's. Yo soy bien chévere, aguanto de todo pero hay cosas que ni qué - me dan asco las ostras, las conchas negras, el chupe de camarones y arrebosado de huevera. Cada domingo es día del pescado en entrada, sopa, segundo y otro segundo como para que cada uno escoja - el refrigerador está lleno de tapers transparentes de Wong de comida de ayer.
Pienso en jama y creo que el baño será mi nuevo mejor amigo hasta la madrugada. Qué asco, jesuscristo. Es que me he pasado cuatro horas leyendo y comiendo una tontería tras otra, evitando hacer algo tan siquiera productivo. Si me como otra papita retraso 1 minuto 12 segundos cualquier labor apreciada por la PEA o por mi mamá. A estas alturas, considero que - como en el comercial de Movistar - me voy a triar con el delivery, casarnos en dos meses, y tatuarme su slogan y un anillo.
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