Alguien como tú pero no tú. Lo sabes, no tú. No yo, para el caso. No nadie. No. Y he aquí la epítome de la frustración, tú que no-tú, te digo. Sin embargo: tú. Plausible y horriblemente arrebosado en ternura como un waffle de arándanos con mantequilla. Todo hecho en casa. Pero no tú, cariño. Menos yo. Estamos hechos en la calle: un cuarto de libra con queso. Gracias, que sean dos y en bolsas separadas.
Que hace frío si chocan tus huesos contra mis senos y gritan. Tienes un don para desatar bolsitas de cocaína y escuchar con atención distante, consérvalo. Yo conservaré mis pellejos. En la fría luz de la mañana, mientras todos bostezan, estamos colgados. Ya no eres tú, sino yo misma rebotando en tus espejos, en nuestros rostros cansados: disfrazados. Pues se mudó la fiesta.
¿Qué te digo? Todo está enmadejado, criatura, todo, y vas a darte cuenta que no eres tan bueno para los nudos como piensas. Ni yo.
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