No es el dolor de mis brazos. No es el brazo, siquiera. Es la ausencia del peso.
Y pido el dolor, pido el brazo, pido el peso. Me regocijo cuando salto al ruedo y estoy contenta en abandono. Me soy tan dulce en la boca si me muerdo.
Quizá sí es el dolor, pero no el que hay, sino el que ansío.
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