La imaginación es nuestro peor enemigo.

Quiero escribirle una oda a la cicatriz en mi cara, la que me hice el lunes de un resbalón.

Pero, quiero inventarle un origen digno, uno como "me masturbaba en la ducha, cuando perdí el equilibrio y resbalé". Acariciarme la carita, la cicatricita y decirle "así naciste, a mitad de un orgasmo".

Por la misma razón por la que hay gente inventándose máquinas del tiempo, yo quiero decirme "nacimos de el éxtasis para reproducirnos en alaridos por toda la ciudad".

Quiero escribirme una biografía toda exagerada porque creo, sinceramente, que el pasado o es glorioso o es terrible o todo niebla o no es.

No existen
o están bien escondidas en tu pantalón.

Pero, todas esas locas erecciones tuyas son mías.

(Así, hay nochecitas que veo un papacito y pienso que soy hetero, pero puede que no dure mucho ¿o sí?)

¿Has visto esa pared? ¿Has visto su cicatriz?
Porque yo la he visto hace unos días, caminando despreocupada, la he visto y me ha dolido. Parece un brazo desgarrado, lo que queda. Parece un hombro. Una cicatriz espantosa. Y a mí me duele, quiero venir y contártelo asustada porque hay cosas que dan pena. Hay cosas que vemos y nos dan pena. Hay cosas que sólo ves tú. Y necesito que me digas que tengo razón. Que es una herida vieja en una pared que parece un brazo desgarrado.

Pero, tú estás al otro lado de un abismo larguísimo como Atreyu en Fantasia.

Me espanta la manera como a veces no me acuerdo de tus ojos y me esfuerzo en no hacerlo.

Por si a caso.

Guarda niña esa otra sonrisa para cuando te haga falta.

"Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él". 

Ernest Hemingway.

Te amaba tanto que no podía escribir de ti.
O de nada.

Podía, apenas y con esfuerzo, respirar.

Y estaba segura de que no me hacía falta nada.